miércoles, 18 de febrero de 2015

El líder cortoplacista ¿Venerarlo o despedirlo?



¿Le ha ocurrido que en una situación de crisis empresarial, la alta dirección empieza a contratar nuevos líderes a diestra y siniestra? Hay algunos que llegan como con un perfil bajo, haciéndose amigo de todos, lo cual les hace inteligentemente ir conociendo y entendiendo el modus operandi de su nuevo lugar de trabajo, sin fricciones y sin generar barreras de comunicación y colaboración.

 

Hay otros casos en donde ocurre todo lo contrario, el líder aún no conoce el nombre de sus colaboradores, cuando lo primero que hace es llegar con la espada desenvainada cual arcángel celestial, solicitando estados financieros, descripciones de puesto, convocando a interminables reuniones en donde les hace saber a todos los subordinados que están por enfrentar cambios, que les va a doler pero es parte del proceso.

 

En cada reunión se escucharan frases que todo gran líder siempre pronuncia como por ejemplo, “los invito a subirse al tren del cambio” “hoy iniciamos una nueva historia y yo quiero que ustedes formen parte de ella” “todos juntos con su entrega y trabajo, haremos de esta empresa el mejor lugar para trabajar”, en fin; ¿quién no ha escuchado o dicho esto con anterioridad?

 

No ha pasado ni un mes desde aquel glorioso día en que entro en funciones, cuando convoca a otra reunión donde inicia con un discurso donde menciona que hace un mes les advirtió que habría cambios, que les invitó a ser parte del mismo, que les ofreció su apoyo y amistad, pero que lamentablemente hubo algunos colaboradores que han decidido emprender un camino nuevo; por lo tanto, se ve en la dolorosa necesidad de dejar ir a varios de ellos. Es obvio que entre líneas esto debe leerse e interpretarse como: los estoy despidiendo porque mostraron resistencia a mis ideas, pero por respeto a su dignidad, diremos que son ustedes “los empleados” quienes han decidido separarse de la organización.

 

Las interrogantes ante tal evento son, ¿cuántos elementos que son un verdadero capital intelectual para la organización, se pierden en el camino, debido a que preferimos conservar líderes cortoplacistas, en vez de empleados comprometidos? ¿En realidad se resisten al cambio estos elementos, o son un ejemplo de divergencia?

 

La resistencia nos habla de no querer aceptar nuevas ideas, no querer salir de la zona de confort, no querer realizar alguna actividad nueva o de una nueva manera, por miedo a que se descubra la falta de capacidad o talento, o simplemente, porque nadie les ha mostrado los beneficios de abrazar el cambio como una oportunidad de crecimiento personal y laboral.  En pocas palabras, este elemento no propone, solo se opone.

 

La divergencia por el contrario, no se opone, se impone al  defender puntos de vista que se basan en la experiencia misma que da un conocimiento profundo de la dinámica de las tareas que se ejecutan a diario en la empresa. El divergente defenderá los procesos, metodologías o negociaciones que sabe son lógicas y que fluyen de forma orgánica para llegar al logro de los objetivos. Defenderá el hecho de que si anteriormente sus ideas no fueron implementadas, no fue por una falta de visión, fue por falta de apoyo. Es posible que ante esta situación, el líder nuevo haga lo mismo que el anterior, subestimar el talento del colaborador, un colaborador que es todo, menos un líder cortoplacista.

 

Hasta aquí, tal vez ya ha podido captar el mensaje sobre a que me refiero con ser un líder cortoplacista, pero vale la pena puntualizarlo a detalle. El cortoplacismo, si bien es un hábito que parecería ser bueno, ya que es una característica de aquellos que gustan de actuar a corto plazo; puede ser el camino menos efectivo al momento de liderar grupos que no se conocen ni someramente.

 

Es muy fácil pensar que el líder en cuestión es intrépido y quiere dar resultados a corto plazo, de ahí esa naturaleza audaz de hacer cambios en menos de 30 días. Una personalidad cortoplacista, podría engañar hasta al más experto, porque en momentos donde se requiere dar resultados rápidos, los líderes que optan por tomar un tiempo, no mucho, pero si se lo toman; para conocer la dinámica del negocio y la gente que lo conforma, pueden llegar a ser etiquetados de flojos, perezosos o procrastinadores; mientras que aquellos que llegan haciendo una revolución majestuosa, son considerados el empleado del año.

 

La realidad es, para evitar confundir a los colaboradores entre un perezoso y un cortoplacista; entre uno que se resiste y otro que defiende buenas ideas de negocio; entre un líder que vende sueños y otro que muestra resultados; no hay mejor camino que establecer desde el día uno de la contratación y si se puede, desde la etapa de entrevista; cuales son los resultados que se esperan, en qué tiempo se necesitan y bajo que circunstancias. Se puede incluso, diseñar entre la dirección y el líder, el plan de trabajo que en común acuerdo se llevará a cabo para alcanzar las metas esperadas.

 

Acciones como revisiones periódicas para divisar desviaciones, aplicación de medidas preventivas y no correctivas, así como; justificación objetiva del reemplazo de la plantilla; permiten que tanto el nuevo elemento como la dirección, se sientan cómodos con las acciones que se toman y el rumbo que lleva la empresa.

 

Debemos tener claro que una cosa es dar libertad de actuación a los líderes, mientras que otra muy diferente, es permitir que agarren a la empresa y a sus empleados como sala de experimentos en momentos de crisis.

 

¿Qué opina? ¿Se queda con el líder cortoplacista o le va buscando un remplazo digno?

domingo, 15 de febrero de 2015

¿Por qué hay tanta gente enojada con la vida?


 


Mi investigación no está basada en estudios científicos ni he tomado hordas para realizar un muestreo, simplemente no creo que haga falta para ver lo evidente. Lo único que he realizado es, llevar la capacidad de observación a un punto de interés verdadero. La gente sale de sus moradas a diario y en su andar, mira y vuelve a mirar todo y a todos, pero no observa.

La observación involucra el hábito de analizar sin juzgar, imaginar sin etiquetar, empatizar al cruzar una mirada furtiva pero reveladora. ¿Qué esconde esa risa fingida? ¿Dónde quisiera estar ahora esa persona? ¿Qué está soñando despierto? Esas son las preguntas que me hago a diario cada que me cruzo en tu camino.

Cuando los caminos se cruzan y el infortunio de una experiencia que a nuestro parecer es eso, una desgracia o incómoda situación; pienso, siento, externo mi emoción y tengo una respuesta física ante la circunstancia; después, termino analizando la situación y trato de encontrarle razones a la experiencia vivida. No es una cuestión del poder de la atracción, no hay secreto en lo visible y latente; no es que me haya levantado con el pie izquierdo; la respuesta es más sencilla, “la gente está enojada con la vida, específicamente, con su vida” y yo solo fui el vehículo donde ha vertido su desconsuelo y frustración. Lo acepto, pero no para soportar malos tratos; lo acepto para aprender y crecer, para verme reflejada en el charco de la desilusión, un charco que no quiero se convierta en mi espejo e historia.

¿Tengo la culpa de tu falta de valor al no buscar lo que en realidad quieres? ¿Tengo la culpa de que tú no seas capaz de enfrentar tus miedos? ¿Soy el responsable de tu falta de creatividad para buscar formas de conseguir una vida con significado? ¿Acaso yo te dije que te echaras compromisos de vida, para que después sean las excusas por las cuales no buscas otra mejor? NO, mil veces la respuesta es NO. Yo no tengo la culpa de tu desazón, depresión y tristeza. Así que no te desquites conmigo, no me des un mal servicio, no seas grosero al atenderme, no seas flojo al realizar tus labores.

Búscate una vida y vívela, que yo estoy muy contenta buscando la vida que quiero vivir. No te amargues ni quieras jalarme a tu mundo de amargura, porque yo libro mis batallas sin declararte la guerra. Te quieres enojar con alguien, ¿qué tal contigo mismo? Por lo menos así tendrás ocupada tu mente y no tendrás tiempo ni ganas de buscar a otro ser vivo para pelearte o transferirle tus culpas.


Atte. Tu conciencia laboral